El día que todo cambió

El primer día de mi nueva vida

Llegué a casa antes de lo previsto. Mi jefe canceló la reunión que teníamos a última hora, y pensé que sería buena idea sorprender a Clara con algo de comida para llevar. Pero la sorpresa me la llevé yo.

La escuché desde el pasillo. Gemidos. Gritos. Reales. No era porno, no estaba soñando, no era imaginación. Algo estaba ocurriendo en mi casa y yo no era participe de ello.

Abrí la puerta de nuestra habitación, y ahí estaba Clara, de rodillas sobre el borde de la cama, el vestido subido hasta la cintura, la cara hundida en la almohada y un hombre que la embestía por detrás con una fuerza animal.

Ella giró la cabeza. Me miró. No se asustó. No se tapó.

– Vaya, mira quién llegó. Justo a tiempo —dijo jadeando, mientras él no paraba.

Yo no pude moverme. Solo vi cómo ese hombre seguía metiéndole la polla hasta el fondo. Ella gemía más fuerte aún, como si mi presencia la excitara más y no le importara lo más mínimo.

– ¿Qué pasa, Luis? ¿Nunca te has preguntado cómo me veo cuando me follan de verdad? —soltó Clara, con voz rota mientras seguía follando.

Sentí un nudo en el estómago. Pero también, para mi horror… me estaba empalmando…

– Cierra la puerta, vete al salón y no pienses lo más mínimo en masturbarte – dijo Clara mientras sonreía con cara de pícara.

 Cerré la puerta y volví al salón. Tenía una mezcla de celos, odio, excitación, asco, angustia, erotismo y, por mucho que me doliera, placer.

Un rato después bajaron los dos y, tras despedirse con un beso, Clara vino al salón y se sentó a mi lado.

—Vas a callarte. Vas a aceptar esto. O saco todas tu historial de búsqueda y las fotos que me enviaste a tu jefe y a tus amigos. ¿Me explico?

Yo no respondí. Solo asentí. Me sentí pequeño. Pero más que eso… sentí calor entre las piernas.

Días posteriores

Clara empezó a invitarlo regularmente. Rubén. Compañero suyo del trabajo. Grande. Moreno. Brazos que parecían troncos. Polla descomunal. A veces los escuchaba desde la cocina, mientras él la follaba como un animal y ella chillaba mi nombre para burlarse.

Un día me llamó a la habitación.

Estaban desnudos. Ella acostada, piernas abiertas. Rubén de pie, masturbándose delante de ella.

– Luis, graba esto.

Agarré el móvil con manos temblorosas. Cuando la penetró, su grito fue tan visceral que sentí cómo mi pene palpitaba.

La folló lento al principio. Después le levantó las piernas y se las apoyó en los hombros, metiéndosela entera, sin pausa. Ella le pedía más. Le pedía que la escupiera, que le dijera puta, que la usara.

Yo no podía dejar de grabar, no podía tocarme, no podía hacer absolutamente nada, símplemente era un espectador.

Finalmente, Clara le pidió que se corriera dentro.

Yo, asustado, la miré y le dije – ¿Segura?

– Claro que si, tiene los tests y yo tengo el DIU, además, aquí tu no mandas, simplemente observas y grabas.

Rubén se corrió mientras gritaba de manera audible. Se recostó a su lado, derrotado, cansado y con la respiración acelerada.

Clara se puso boca arriba, abrió las piernas y me dijo:

– Ahora dáme la cámara y cómeme el coño como nunca antes has hecho.

Ella empezó a grabarme mientras me tragaba la corrida de Rubén y perdía poco a poco todo el orgullo que tenía.

– Acostumbrate a esto, porque es la primera de muchas. Además, cada día que lo hagas tendré más y más cosas con las que poder jugar contigo y chantajearte, así que bienvenido a tu nueva vida cornudo. Dijo Claudia

Continuará…

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